Escribo este entrada en mi diario dede la mesa del profesor de mi clase de 3º de la EPO de este año, rodeado de todos aquellos regalos que he recibido por hacer mi trabajo, y echo de menos el ruido de mis alumnos y alumnas.
Me acompaña la mascota de la clase, «El Cerdito Cuco«, la misma que este año ha conocido medio mundo junto a mis alumnos y alumnas, y acabo de terminar de ponerle sus notas.
Tengo que confesar que he acabado exhausto y muy cansado, pero feliz por el trabajo realizado con ellos; siento que podría haber dado más de mí, y esto me sirve de reflexión para lo que vamos a vivir tras las vacaciones.
Porque no pienso soltarles la mano a unos alumnos y a unas alumnas cuyo corazón no fue escuchado años atrás; desde el primer día que los conocí, quise que se sintieran queridos y que no tuvieran miedos a ser lo que eran, a confesar lo que llevan dentro, a compartir aquello que les hace vivir y sentir.
La clase -ellos lo saben-, ha sido tan mía como suya.
Hemos reido y alguna vez que otra me han visto casi llorar de rabia y de pena.
Y han sacado de mí eso que algunas veces se me olvida: que soy un simple maestro escuela.
Me llevo la mirada sincera de cada uno de ellos, sus palabras de aliento, sus ganas de mejorar y de entender este mundo que a veces es más cruel de lo que pensamos. De ahí que me propusiera protegerles y de enseñarles lo bonito que puede ser un día de lluvia.
Mi labor no está acabada con ellos. Me quedan diez meses para disfrutar de un grupo clase que MERECE LA PENA, y de unos padres que confían en mi labor y en mi quehacer diario.
Con toda la humildad del mundo, sé lo que estoy haciendo con ellos; y si me equivoco, llamad a mi puerta y juntos volveremos a retomar el camino.
El reto, por tanto, sigue hacia delante.
Y sí, hay un trocito de ellos en mí, porque mis niños y mis niñas son MUY GRANDES, y tienen un corazón enorme, que no sólo sabe dividir por dos cifras, o escribir de manera limpia en un cuaderno, o ponerse en fila.
Esos corazones laten y tienen vida, y eso es lo más importante que me llevo de este año; esas vientres pequeñas vidas que han vuelto este año a sonreír y a sentirse lo que son: niños y niñas.
Feliz Verano mis pequeños y mis pequeñas.
Os quiero más que Simba a Nala una tarde de verano.
Y no olvidarse del profe Alberto.
P.D: leer, por favor, leer!!!


Eres un gran profesor y muy querido, mi hija dice que eres el mejor profesor que ha tenido, has conseguido mucho con ellos y es de agradecer, muchísimas gracias por todo el trabajo realizado. A seguir avanzando…y a descansar!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona