Lo más frustrante para un docente es no llegar a un alumno.
Y en este primer trimestre me está sucediendo algo parecido con varios.
No logro motivarles.
No consigo llegar a ellos.
No encuentro las palabras y los gestos que me ayuden a ayudarles.
Son alumnos que pueden sacar dar más de sí si trabajaran más en sus tareas y si repasaran lo que llevamos visto en clase.
Pero no quieren. La vida les pesa y no les importa expresarlo.
Esta parte de la labor de un maestro es dura, complicada, y te hace darle un y mil vueltas para intentar descubrir qué les pasa y por qué todo les da igual.
No pienso tirar la toalla, pero… ¿y ellos?

