Hoy me asomo a la ventana de este diario y me dispongo a felicitar a todos mis compañeros y compañeras de la tiza.
Y es que ser docente a día de hoy es mucho más que impartir una lección, un contenido, o un concepto. En la era de la información ilimitada, la inmediatez y la Inteligencia Artificial, la figura del maestro de escuela ha evolucionado de ser un mero transmisor de datos a convertirse en un ingeniero de habilidades y un navegador de la ética.
Nuestros alumnos tienen acceso instantáneo a cualquier dato gracias a sus móviles y sus tablets de última generación. Se aburren y se desmotivan en menos de lo que dura un video corto de Youtube. Y no nos engañemos, cada día nos cuesta más trabajo dialogar y conectar con nuestros alumnos.
Por eso, la importancia de nuestra labor ya no reside en lo que sabemos, sino en cómo les enseñamos a pensar. El docente moderno, el mismo que a veces se encuentra desanimado y en el punto de mira de una sociedad que ha perdido el norte de muchos de sus valores, es el catalizador que transforma la información dispersa en conocimiento significativo, enseñando a los estudiantes a filtrar, contrastar y aplicar lo aprendido con criterio.
Y no es fácil nuestra labor, pero es maravillosa cuando se logran cumplir los objetivos marcados. Y para eso tenemos que recordar esto: la docencia es la única profesión capaz de humanizar la tecnología.
Las escuelas deben de seguir siendo ese espacio donde se cultive la creatividad, la empatía y el pensamiento crítico, cualidades que ninguna IA puede replicar; y debemos de seguir alentando y preparando a ciudadanos para trabajos que aún no existen, facilitándoles las herramientas emocionales y cognitivas para construir un presente y futuro más justo y adaptable.
Ser maestro en la actualidad no es simplemente una profesión; es una vocación urgente. Se lleva dentro. Se comparte con los demás.
Y aunque a veces el camino a reseguir no es fácil, debemos de seguir haciendo caso a lo que dicte nuestro corazón, a nuestro instinto, a nuestras miradas que van más allá de los libros, cuadernos y notas.
La trascendencia de nuestra labor como docente es vital: somos los guardianes de la curiosidad, los constructores de la moral y los diseñadores de la mente crítica que nuestra sociedad necesita.
Creamos en nuestra misión en esta tierra, miremos el horizonte con optimismo y… ¡¡¡muchas felicidades!!!

