¡ Se me ha olvidado el bocadillo!

Esta mañana en clase, justo antes de que el recreo diera comienzo, se me acercó uno de mis alumnos y, con cara de preocupación, me dijo:

– Profe, ¡ se me ha olvidado el bocadillo!

Normalmente tengo galletas y alguna pieza de fruta en el armario para cuando suceden estas cosas, pero esta semana no pude comprar nada; las cosas de la edad, jeje.

Y lo que podría haber sido una pequeña hecatombe, se convirtió en un claro ejemplo de solidaridad y compañerismo, puesto que los alumnos que estaban en primera fila se enteraron de este problema y, por su riesgo y cuenta, no dudaron en correr la voz y pegarles un pellizco a sus bocadillos para compartir su desayuno con «uno de los suyos».

– Mi bocadillo es de jamon de york.

– El mío es de nocilla.

– Mi madre me ha vuelto a poner salamì, que sabe que me gusta poco, asì que te voy a dar la mitad.

– …

Y con eso me quedo.

Con ese gesto que no viene en los libros y que nos hace crecer como personas, y que dice muchas veces más de saberse el resultado de una fracción o de que río pasa por Valladolid, cosas que nos dan cultura, pero que no nos hace crecer con la mirada de empatía.

Y me siento muy orgulloso de esos alumnos que no dudaron de ayudar a un compañero a sabiendas que «sin desayunar no te vas a quedar», como le dijo uno de ellos poniéndole el brazo por encima, haciendo que la vida en la escuela mereciera la pena, y yéndose para su patio con las sonrisas en las caras.



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