El poder de las palabras

Hace unos días, comentaba con unos compañeros la importancia que tienen nuestras palabras como educadores sobre nuestros alumnos.

Mantenemos la idea de que los pequeños son esponjas porque absorben conocimientos y destrezas, pero a veces se nos olvida que también van creciendo y desarrollando su mochila emocional.

Y ahí nuestras palabras tienen mucho que decir.

Es maravilloso que se adquieran los objetivos de sumar y restar, y que con 3 ó 4 años se discriminen las figuras geométricas o los animales de la selva africana, pero tras una caída o un revés de la vida, un pequeño lo que más necesita es una palabra de aliento. De acompañamiento. De confianza.

Y esto no se enseña en las facultades y las editoriales no lo presentan en sus programas ahora que están como locos captando clientes.

Esto se lleva en la sangre del educador, en el aliento de un padre, en la humanidad de cualquier persona que trabaja con niños.

Las palabras sanan. Curan. Enseñan…

Las palabras sueñan. Inventan. Se comparten…

Las palabras edifican. Construyen. Nos hacen crecer y que crezcamos.

Sepamos utilizarlas.

Aprendamos a darle un uso sencillo. Práctico. Necesario.

Juguemos con ella y pensemos muy bien lo que en un momento determinado le podemos decir a uno de nuestros alumnos o hijos.

Al final y al cabo, las palabras son la envoltura con la que nuestro corazón ve el mundo. Hagamos que esa mirada merezca la pena.

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